La fama
del “Samsha”, situado en Periodista
Ros Belda le precede, ya que Víctor
Rodrigo recibió el premio Cocinero del Año en 2.012.
La
primera vez que fuimos, hace ya unos años, nos llevamos una pequeña decepción,
había menú y carta, como alguno de los platos del menú no nos acababan de
convencer elegimos pedir de carta y cual fue nuestra sorpresa al ver que varios
de los platos que pedíamos no los tenían. En realidad casi solo tenían los del
menú y alguno más.
En nuestra
segunda vista ya han prescindido de carta y solo tienen dos menús. Me parece
bien, así está todo mas claro.
Decoración
basada en los tonos morados y que recuerda un poco a los años 70, con espacio
entre las mesas, cosa que me gusta porque no tienes porque estar aguantando la
conversación de la mesa de al lado, ni ellos la tuya, claro.
Desde
aquí te das cuenta de que lo que predomina en los platos es la presentación. El
cocinero busca sorprender desde el principio, comenzando con una espectacular
puesta en escena y terminando con la sorpresa de sabores al llevarte cada trozo
de comida a la boca.
El
aperitivo, colocado sobre una bandeja con varios niveles nos ofrecía crujiente de yogur con espuma de
guacamole con jengibre, blini de chocolate acompañado de caviar de jengibre
sobre pedestal con luz inferior y láminas de algas con huevas. Desde luego impresionante, ¡y solo era el principio!
A
continuación, regándolo todo con un San Román, comenzó el desfile de
platos/creaciones, cada uno de ellos acompañado por su propio panecillo, todos
diferentes, recién hechos y muy delicados.
Las papas
arrugas crujientes con mojo picón y carbón de sésamo negro, pan de mantequilla
con sésamo y guindilla. La presentación… bueno, cada uno que piense lo que
quiera, el plato buenísimo.
Pulpo a
la llama con babaganoush de berenjena y cebolla y dúo de salmorejos con pan
bordelais de remolacha. Hay que aprovechar el plato al máximo, porque el dúo de
salmorejos son los puntitos de alrededor y el pulpo me encantó.
El
boletus relleno de dos texturas en su hábitat de orégano, setas, piñones y
cremoso de parmesano, con pan focaccia de parmesano y orégano. No tenéis mas
que ver la foto para entender lo que os contaba, bajo una capa crujiente
teníamos el cremoso de parmesano, mezclar todo el conjunto es la clave para
saborear el plato en todo su esplendor.
La lubina
con caldo de calamar, gotitas de su tinta con yema y cortezas de hesitan, con
pan irlandés de hierbas y especias. Creo que fue el plato que mas me gustó
porque la lubina estaba perfecta
El rabito
de cerdo con una reducción de su jugo, amaranto, burbujas de soja, bulbo de
hinojo y queso San Simón con pan de harina de castañas e hinojo. Un plato muy
minimalista, pero con un sabor muy potente.
Y para
terminar los postres, burbujas heladas de vainilla y naranja con sus salsas y
panko de violetas, pan de naranja y vainilla. Estaba bien, pero quizás el plato
más flojo a mi gusto del menú.
Volcán en
erupción con lava de mango, torrija de ron quemado y tierra de chocolate y
crema de café con guayaba y pan de mango. Terminamos con una presentación digna
del restaurante, con un auténtico volcán humeante en la mesa, aunque para mí
que no soy muy de postres, llenaba un poco tanto chocolate y se quedaba un
pelín atragantado.
Pedimos
un te negro aromatizado que vino acompañado de los petit-fours, con igual
presentación que los aperitivos pero con un sabor completamente diferente,
lámina de chocolate con naranja y limón, crujiente de coco y espuma de te verde
y blini de chocolate acompañado de caviar de tónica de limón.
Ni que
decir tiene que a parte de ser visualmente impactante todo estaba buenísimo,
con unos sabores muy delicados y diferentes texturas que impresionaban en el
paladar.
Merece la
pena absolutamente, no solo por la calidad de los ingredientes y sabores, sino
también por el espectáculo de la puesta en escena. (75,00 € p.p.).
Fecha de visita: Diciembre 2012
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