Tras
visitar el “Monasterio de Suso” o de
arriba, el autobús nos dejó en la puerta del “Monasterio de Yuso” o de abajo, ambos Patrimonio de la Humanidad. Pagamos
los 5,00 € de entrada y esperamos a
que llegara la guía que nos acompañaría en la visita.
Los dos
monasterios son completamente independientes, el de Suso pertenece al estado y
el de Yuso a la orden de Agustinos Recoletos que habita en una de sus alas y
está gestionado por una empresa privada que es la propietaria del Hotel.
Creedme,
estas dos circunstancias se notan y mucho. Mientras que la guía del Monasterio
de Suso estaba deseando que nos fuéramos y su tono en la explicación era monótono
y sin ganas, la del monasterio de Yuso resultó ser todo lo contrario. Ponía
interés y acento en sus explicaciones, remarcaba, daba anécdotas, datos
históricos y curiosos. Supongo que estaba harta de ver grupos de gente y
contarles lo mismo, pero no se notaba y resultó una visita muy gratificante. No
quiero echarle la culpa a la guía del monasterio de Suso, simplemente esto me
lleva a pensar que la diferencia de gestión entre los dos edificios, privada y
pública, hace que los empleados del monasterio de abajo quizás estén mejor
pagados que los del de arriba.
El
Monasterio de Yuso se fundó en 1.053 cuando el de Suso se quedó pequeño. Se
comenzó con el traslado de las reliquias del santo, ya que en este lugar es
donde, según cuenta la leyenda, se detuvo la yunta de bueyes que transportaba
los restos de San Millán camino de Nájera.
El
Monasterio ha sufrido varias destrucciones y abandono, erigido en estilo
románico su reconstrucción le ha dado posteriormente la imagen renacentista.
El acceso
tanto al hotel como a la zona de visita del monasterio se realiza desde un gran
patio rodeado de altos muros con
fachada principal de puerta barroca coronada por un relieve a caballo de San Millán
a imitación del lienzo del retablo mayor de la iglesia. Aparte del área ocupada
por el hotel, tampoco se puede visitar la ocupada por los monjes.
En una
primera sala, que los lienzos de los cuatro reyes bienhechores del monasterio
le otorgan el nombre de “Salón de los
Reyes”, junto a una copia del códice 60, nos cuentan la historia del
monasterio y como resultó ser la cuna del castellano y el euskera. Ya que en él
y procedente del Monasterio de Suso se conservó la manifestación escrita mas
antigua que se conoce en lengua castellana y vascuence, estas figuran en los
márgenes del códice, fechado en el 964, de las llamadas “Glosas Emillianenses “.
De aquí
pasamos al claustro. De dos plantas,
la de abajo con arquería gótica pero concepción renacentista y la de arriba
clasicista con columnas toscanas.
Denominado
procesional porque en él los monjes recitaban sus oraciones recorriéndolo despacio,
las estatuas están mutiladas, símbolo del paso de las tropas napoleónicas.
El
claustro nos facilita el acceso por una bella portada plateresca que alberga la
recargada puerta manierista de la iglesia.
Posee tres naves, bóveda estrellada, cimborrio y se realizó en estilo gótico decadente.
El retablo renacentista alberga pinturas de Juan de Ricci representando a San
Millán a caballo peleando contra los musulmanes a semejanza de Santiago, algo
improbable, ya que San Millán era eremita.
La
fantástica rejería de Sebastián de Medina de 1.676 protege la sillería de
estilo plateresco del coro bajo, realizada por un artista flamenco divide la
iglesia en dos zonas, la del clero y la del pueblo.
La del
pueblo nos muestra su bello púlpito plateresco de madera decorado con relieves
de los evangelistas y de la pasión y el trascoro de estilo rococó francés es a
la vez puerta y retablo decorado con esculturas que representan a los
discípulos de San Millán.
El coro
alto es del S. XVIII.
Dos veces
al año, en el equinoccio, durante escasos minutos. el sol entra por el rosetón
de la iglesia, atraviesa el círculo que corona el trascoro y da en el centro
geométrico de la iglesia lo que demuestra su perfecta orientación.
Abandonamos
la iglesia y nos encaminamos a la sacristía.
Antigua sala capitular, está presidida por un retablo barroco con talla de
Nuestra Señora Reina de los Ángeles, bonitos muebles cajonera de madera de
nogal para guardar las vestimentas y un techo espléndidamente pintado cuyos
frescos del S. XVIII conservan los colores originales. Encima de las cajoneras
hay 24 óleos sobre cobre de estilo barroco.
Los
escalones de piedra nos llevan al claustro alto donde se encuentran las
antiguas celdas de los monjes con cuadros sobre sus puertas que cuentan la vida
y milagros de San Millán.
Una de
las habitaciones alberga los 25 enormes volúmenes de cantorales originales, del S. XVII, que pesan alrededor de 50 Kg. cada uno, y que
contienen las letras de los cantos que se instalaban en el atril del coro. El
archivo y biblioteca del monasterio está considerado uno de los mejores de
España por la antigüedad de los documentos que alberga.
La
capilla guarda las réplicas de dos bellos relicarios,
de San Millán y San Felices, de los S. XI y XII, realizados en marfil, obras maestras
de románico, que albergaron los huesos de los santos y de los cuales desaparecieron
algunas de las placas de marfil, metal y piedras preciosas a manos de los
soldados de Napoleón.
Con la
cabeza repleta de cultura, pero con el frío metido en los huesos y el estómago
vacío dejamos el Monasterio de Yuso y nos encaminamos a buscar un lugar
calentito donde comer.
Fecha de visita: Noviembre 2012
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