El toldo
de la puerta no nos prepara del todo para lo que nos espera en el interior,
aunque sí es un pequeño aviso.
Al entrar
nos podemos sentir un poco confusos ya que nos encontramos con una pequeña habitación
con mobiliario antiguo, como una especie de pequeña salita de la abuela con su
piano, la mesita, una butaca, el aparador, objetos antiguos, una vieja tele y
una barra de bar de otro tempo pero sin nadie.
Entonces
veremos las escaleras que descienden al verdadero local. Una amplia sala llena
de mesitas en diferentes alturas y espacios, con una pequeña barra, lamparitas
y luz difusa en rojos y azules nos introducen en el ambiente retro con un poco
de aire de los 70 y otro poco de nostalgia ye-ye.
Volvemos
a tener objetos antiguos como máquinas de escribir, de coser, ventiladores, un
casco de buzo… y muchas fotos, en las paredes y en marcos, fotos de actores de
otro tiempo, de la meca dorada del cine, Bogart, Brando, Dietrich, O´Hara…
La dueña
te recibe cuando desciendes por la escalera y te acompaña a la mesa. Hay
algunas reservadas.
La
especialidad del local son los cócteles. Te deja la carta cuando estas en tu
mesita ya instalado y te preparas para elegir.
Nosotros
pedimos un Daikiri y un Gin Collins.
Y a
partir de aquí paciencia. Siempre tardan mucho, pero la presentación es
impresionante.
El Gin
Collins estaba buenísimo, mejor que el Daikiri, pero este venía acompañado de
una brocheta de frutas que le daba varios puntos en presentación.
Y esas
copas… Cada coctel en la suya y de cristal de colores, a juego con el bar.
El sitio
es muy curioso y está muy bien para degustar un coctel bien preparado y
original, tranquilamente, con música de los 70/80/90 y en agradable compañía.
Solo hay que tener en cuenta una cosa, tardan mucho (aproximadamente 7,00 €
p.p.).
Fecha de visita: Enero 2013
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