Nuestra
visita gastronómica a Toledo comenzó
como no podía ser de otra manera, de cañas.
Empezamos
por “La Abadía”, en la Plaza San
Nicolás, ya que queríamos aprovechar y reservar para cenar el día siguiente.
Tomamos unas cañas que nos acompañaron con un pincho de foie.
A
continuación nos fuimos a la Calle Santa Fe. “La Tabernita” no tiene tiro, pedimos quintos que nos pusieron con
una ensalada de alubias.
“El Trébol” en la misma calle, un poco más abajo, está muy bien. La antigua
muralla cubre una de sus paredes y justo debajo de dónde estábamos un cristal
nos separaba de un túnel que bajaba varios metros. Ladrillo, piedra, madera,
muy bonito. De pincho nos pusieron unas alitas de pollo muy buenas, pero como
teníamos hambre pedimos de la carta una satén de ciervo y bombas. Me ha gustado
más el ciervo, no así a mis compañeros de viaje que han preferido las patatas
rellenas (22,00 €).
Como el
sitio nos pareció tan bonito repetimos al día siguiente a medio día en busca de
unos vinos que nos sirvieron con una tosta de bacón, queso, tomate y alioli.
De ahí al
“Enebro”, ¡¡menudos pinchos!!
Situado en la Cale Santiago de los Caballeros, nos sirvieron las dos rondas de cañas,
con bocadillo de bacón y pimiento en la primera y flamenquines en la segunda,
siempre acompañados de patatas fritas y aceitunas. Demasiado, una pasada.
En
nuestra segunda vista, era obligatorio repetir, degustamos una cerveza
toledana, “Domus”, para mi gusto muy suavecita y los pinchos, como siempre de
lujo, tigres con patatas fritas y aceitunas.
“La Flor de la Esquina”, junto al Monasterio de los Jesuitas, en la Plaza
Padre Juan de Mariana, tiene la barra en la planta baja con unos hermosos
bocadillitos de pincho y el restaurante en el sótano.
El bar “Scorpions” junto al Monasterio de San
Juan de los Reyes, en la Calle Matias Moreno, es perfecto para un alto en el
camino. Siempre con gente y cómodos sillones, el pincho se quedó en unas
tristes aceitunas, por lo que al día siguiente y teniendo en cuenta la hora a
la que recaímos por allí, hubo café y tartas.
Un poco
escondido, en una placita muy agradable, la Plaza de Montalbanes, está “El Cabalito”, donde unos choricitos
nos dieron fuerza para continuar nuestra visita.
A media
tarde de nuestro último día, para animar el estómago antes de ir a cenar,
tomamos unos vinos en “La Campana Gorda”,
en la Calle Hombre de Palo, acompañados de un buen trozo de empanada.
(En todos
ellos caña o vino y tapa, anda alrededor de 1,50-2,50 € p.p.)
Fecha de visita: Abril 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario