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CAMINO:
El
viaje en coche de Marrakech
a Essaouira
nos adentra poco a poco en el desierto y es una maravilla observar
como el color del paisaje cambia con el ocaso.
Parte
del camino discurre por una cómoda autopista, pero a partir de
cierto momento nos encontraremos con carretera convencional que
atraviesa pueblos y caminos, así que os advierto de que tengáis
cuidado, sobretodo de noche, con los paisanos que circulan por el
arcén completamente a oscuras. No llevan nada que les haga ver y
aparecen de repente a la luz del coche, sin contar a los que están
sentados en cualquier parte porque sí, esperando, supongo, que
alguien les venga a recoger.
Y
cuidado también con los controles, te paran con una excusa
completamente válida, control rutinario, alta velocidad, que un
pasajero no lleva el cinturón... Vamos, como en en cualquier sitio,
pero intentan, la mayoría de las veces, que les des una pequeña
comisión para quitarte la multa o algo así...
Nos vamos acercando a la población... al mar... y veremos que en la entrada de Essaouira hay chicos haciendo señales, llevan llaves en las manos y simplemente te proponen el alquiler de apartamentos.
Circulamos
junto a la amplia playa de arena fina aproximándonos a la Medina.
La
historia de Essaouira
comienza con el comercio de la púrpura extraída de los moluscos que
abundan en la región. Tras romanos, portugueses, los cuales en el
S.XV le dieron el antiguo nombre de Mogador y saadíes, la ciudad
actual, tal y como podemos contemplarla, es obra del
sultán de la dinastía alaouita Sidi Mohamed Ben Abdel-lah, que en
1.764 encargó su proyecto al ingeniero francés Théodore Cornut,
que era su prisionero y que elaboró una ciudad rectilínea con
estructuras defensivas y puerto que la convirtió en el enclave
comercial del atlántico marroquí.
Actualmente
la actividad comercial de Essaouira está destinada exclusivamente al
comercio de la pesca, la artesanía y por supuesto el turismo,
sobretodo el de los aficionados al kitesurf, ya que las largas playas
y los vientos que azotan la zona favorece a los fanáticos de este
deporte.
No
se puede transitar en coche por el interior de la Medina, así que lo
mejor es dejarlo en un aparcamiento que nos encontraremos al lado de
la plaza de Mouley
el Hassan y
junto a los puestos donde te hacen a la brasa los pescados. Nos costó
30 dihams.
Cruzamos
la amplia plaza y nos adentramos en las estrechas callejuelas de la
Medina,
declarada patrimonio de la humanidad desde 2001.
Hay callejones estrechos, casonas, arcos y bellas puertas con el dintel primorosamente labrado con motivos geométricos.
Nos
acercamos a la muralla y antigua fortaleza.
Por el camino empecé a hacer fotos, en una de ellas, sin querer, entre mi cámara y el edificio que fotografié estaba el camión de la basura y sus operarios haciendo su trabajo, bueno, pues, vinieron a increparme porque... ¡¡¡les estaba fotografiando a ellos!!!
¡¡¡No
me lo podía creer!!!
¡¡¡Que
cabreo tenían!!!
¡¡¡Y
yo ni siquiera los había visto!!!
Así
que cuidadito que los hay muy susceptibles...
Y
en su honor aquí va la foto.
Tras
la pequeña discusión nos fuimos por nuestro camino.
Subimos
a la Skala de la Kasbah,
donde las almenas acogen la amplia colección de cañones originales
con sus fechas de fabricación y nos podemos deleitar viendo las olas
chocar contra las rocas, los barcos llegando al puerto, las islas de
la púrpura, la muralla y las gaviotas.
Volvimos
a bajar para pasear por las calles donde se encuentran los puestos de
artesanía y ebanistería.
Los
artesanos basan sus creaciones sobretodo en la madera y la pintura lo
que hace que la ciudad posea varias galerías de arte que ofrecen
obras de todo tipo.
Circulamos despacio hasta el puerto con la muralla de piedra a nuestra derecha y las casas blancas con el interior de jambas y dinteles en azul a la izquierda, caminando por una estrecha calle repleta de tiendas con espejos, cerámicas, alfombras, camisetas...
Pequeños
portales con puertas azules...
El
pueblo es muy bonito, con mucho encanto.
Llegamos
a la plaza de Mouley
el Hassan,
amplia y diáfana que sirve de unión entre la Skala
del
Puerto
y la
Medina.
Nos acercamos al puerto, viendo por el camino como las gaviotas nos sobrevolaban aglomerándose junto al muro donde los pescadores limpian los peces al acecho de los despojos.
Hay
que tener cuidado, sobrevuelan muchas y las cagadas son frecuentes.
Atravesamos
la Puerta de la Marina,
de 1.184, realizada en estilo neoclásico y nos adentramos en el
puerto.
Es interesante pasar un rato viendo el atraque de los barcos, la subasta de la mercancía y observar a los pescadores descargar todo tipo de pescados con un aspecto buenísimo que venden allí mismo, en pequeños puestos improvisados o en el mismo suelo.
Volvimos a la plaza y nos encaminamos al mercado.
Una
ancha calle repleta de puestos separada por dos arcos de piedra nos
muestra la riqueza de Essaouira.
En
las calles perpendiculares, callejas o mas bien callejones,
encontramos placitas llenas de terrazas donde desayunar o tomar un
té.
Se
divide en zonas según el producto que deseamos adquirir.
Nos
adentramos descubriendo, según que callejones, puestos repletos de
pescados recién llegados del puerto...
De
verduras y frutas con una pinta estupenda, un brillo y un color
formidables...
Puestos
de pollos, donde eliges el pollo vivo, te lo matan allí mismo y te
lo llevas a casa...
En
rincón de las especias donde su color y su olor te embriaga desde
que pones el primer pie en la placita...
Y
una serie de calles cubiertas, con zócalo de azulejos y puestitos
pequeños cerrados con cristales que alberga las tiendas de los
joyeros.
La
ciudad tiene vida, se transforma, es un hervidero de gente comprando
y vendiendo que según avanza la mañana va elaborando un mosaico de
vida que hace que la calle que recorrimos a primera hora de la mañana
a la hora de comer no parezca la misma, se llena de gente, de
puestos, terrazas, una calle casi vacía se había llenado de vida.
Dejamos
Essaouira con ganas de volver, su encanto te atrapa dejándote con la
sensación al marchar de que necesitas más.
Fecha
de visita: Septiembre 2012
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