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CAMINO:
Nuestra
visita a Marruecos comenzó en Marrakech,
pero la visita a esta magnífica ciudad fue un poco de paso, no nos
dio tiempo a recrearnos de todas las cosas que puede ofrecer, así
que este relato es solo una pequeña pincelada de lo que realmente se
puede disfrutar.
Una
vez hemos aterrizado en el moderno aeropuerto de Marrakech podemos
cambiar dinero allí mismo, tras salir de la zona de embarque, todos
los mostradores tienen el cambio mas o menos a la misma cantidad así
que elegid el que más rabia os dé.
Las
ciudades marroquíes me da la sensación de que se asocian con un
color y Marrakech es rosa. Ya sé que la llaman “La Ciudad Roja”,
pero creo que es el color terracota el que predomina en todos los
edificios de la ciudad.
El
nacimiento de Marrakech está definido por su enclave estratégico,
ya que se trataba de un lugar de paso obligado de las caravanas que
cruzaban el sáhara hacia el áfrica negra.
Así,
desde su fundación por Youssef Ibn Tachfin, primer emir de la
dinastía bereber de los almorávides en 1.062 y tras
un primer período de esplendor, la ciudad ha sufrido los típicos
altibajos en la historia, que la colocaban en el mapa o la dejaban en
la oscuridad según se sucedían las conquistas de la misma por parte
de las diferentes tribus.
Pasó
de los almohades a los benimerines y de aquí a los saudíes que la
volvieron a dar la capitalidad en 1.549. Tras la guerra civil llegó
el colonianismo francés y finalmente Marruecos consiguió su
independencia en 1.956.
En
la actualidad, Marrakech da la impresión de lo que es, un sitio muy
turístico. Mucho movimiento, mucho ambiente, hoteles, restaurantes,
bares, tiendas, ambientillo, gente en la calle y turistas, muchos
turistas.
Cogimos
el coche y nos encaminamos a la Medina.
Declarada Patrimonio de la Humanidad, alberga dentro de su
impresionante muralla del S.XII, la mas extensa de Marruecos
construida en la arcilla roja que le da el apodo de “La Ciudad
Roja”, la parte más antigua de la ciudad y que se une a la ciudad
Nueva a través de sus hermosas puertas almohades.
De
camino a la Plaza de Jamaa el Fna, nos encontramos con la Mezquita
de Kutubia. Vetada la entrada
a los no musulmanes nada nos impide deleitarnos con su belleza desde
el exterior.
Rodeada
de jardines llenos de rosales se construyó en el S.XII durante la
dinastía almohade, recibe su nombre “Mezquita de los libreros”
porque en los alrededores se instalaron los mercaderes de
manuscritos. Sobria y de líneas sencillas con planta en “T”
destaca su minarete cuadrado, añadido en el año 1.196 que con sus
77 m. de altura domina el cielo de la ciudad. Su fachada posee
decoración diferente según cada cara, dentro alberga seis salas
superpuestas que se comunican entre sí mediante una rampa. Y en lo
alto lo coronan cuatro bolas superpuestas de tamaño decreciente. Su
figura fue modelo de referencia para la construcción de La Giralda
de Sevilla y la Torre Hassan en Rabat.
La
primera visita obligada es la Plaza
de Jamaa el Fna, en la medina,
con sus puestos de frutas, donde te hacen unos zumos de naranja
buenísimos, souvenirs, especias, mujeres que hacen henna, hombres
con monos para que te hagas fotos con ellos, los encantadores de
serpientes… la gente y los turistas.
De
forma irregular se trata del corazón de la ciudad. Su nombre en
árabe significa “Plaza de la muerte”, así que su origen la
sitúa en el centro de ejecuciones de infieles. Hoy en día la
inundan los mas variopintos personajes y se trata de un gran mosaico
en el que empaparse de la cultura marroquí, ya que su encanto reside
precisamente en eso, en la gente que la ocupa mañana, tarde y noche.
En
su perímetro han nacido gran cantidad de cafés y restaurantes que
abren sus terrazas, como un escaparate, al jolgorio de la plaza.
Tomamos
un arquito para adentrarnos en el zoco.
Las calles estrechas se llenan de tiendas y puestos con todo tipo de
mercancías, cerámica, aceite de Argán, madera, la orfebrería la
trabajan muy bien, bolsos, babuchas, vasitos para el té preciosos,
telas, ropa, incluso una tienda con objetos realizados a partir de
neumáticos, marcos, ceniceros, incluso bolsos.
Un
pasadizo nos introduce en un universo de especias, en uno de sus
puestos nos dieron a oler varias sin el agobio de la obligación de
comprar, me encanta ir oliéndolas averiguando que son o en qué
podría utilizarlas.
La
palabra zoco, “souk” en árabe significa “un gran desorden”,
perfecto para la primera impresión que ofrecen, pero lo cierto es
que el zoco de Marrakech está perfectamente ordenado según las
diferentes corporaciones de artesanos.
Volvimos
lentamente a la plaza de Jamaa el Fna, paseando, cruzándonos con los
niños que salían del cole, las motos, la gente que esperaba en la
puerta del hamman…
Atención
a las pastelerías, tienen arraigada la herencia francesa y los
dulces tienen una pinta espectacular, también podréis observar
abejas junto a los pasteles, acuden a la miel…
Volvimos
a por el coche, en todas las ciudades hay aparcacoches, unos señores
con chaleco reflectante que te dicen donde aparcar y cuando vuelves
al coche les das unos tres dihams. Si quieres que te lo laven les das
un poco más.
Nos
dirigimos al Palmeral,
una gran extensión protegida de tierra y palmeras, que alberga el
oasis nacido gracias a la lucha por la obtención de agua.
La
historia nos dice que Aliban Youssef, hijo del fundador de la ciudad
creó un complejo sistema de canalizaciones en barro seco que
permiten subir el agua de la capa freática a la superficie. De este
sistema solo son visibles los pozos... y las palmeras...
Alrededor
del fascinante palmeral nos encontramos impresionantes hoteles de
lujo con vigilancia, piscina y restaurantes donde se alojan los
actores más conocidos y las enormes mansiones de los famosos
protegidas por altos muros. Junto a este pequeño “Beverly Hills”,
los camelleros descansan junto a sus animales esperando clientes para
llevar.
Fecha
de visita: Septiembre 2012
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