24 jul 2013

MARRAKECH

- CAMINO:
Nuestra visita a Marruecos comenzó en Marrakech, pero la visita a esta magnífica ciudad fue un poco de paso, no nos dio tiempo a recrearnos de todas las cosas que puede ofrecer, así que este relato es solo una pequeña pincelada de lo que realmente se puede disfrutar.


Una vez hemos aterrizado en el moderno aeropuerto de Marrakech podemos cambiar dinero allí mismo, tras salir de la zona de embarque, todos los mostradores tienen el cambio mas o menos a la misma cantidad así que elegid el que más rabia os dé.
Las ciudades marroquíes me da la sensación de que se asocian con un color y Marrakech es rosa. Ya sé que la llaman “La Ciudad Roja”, pero creo que es el color terracota el que predomina en todos los edificios de la ciudad.


El nacimiento de Marrakech está definido por su enclave estratégico, ya que se trataba de un lugar de paso obligado de las caravanas que cruzaban el sáhara hacia el áfrica negra.
Así, desde su fundación por Youssef Ibn Tachfin, primer emir de la dinastía bereber de los almorávides en 1.062 y tras un primer período de esplendor, la ciudad ha sufrido los típicos altibajos en la historia, que la colocaban en el mapa o la dejaban en la oscuridad según se sucedían las conquistas de la misma por parte de las diferentes tribus.


Pasó de los almohades a los benimerines y de aquí a los saudíes que la volvieron a dar la capitalidad en 1.549. Tras la guerra civil llegó el colonianismo francés y finalmente Marruecos consiguió su independencia en 1.956. 

 
En la actualidad, Marrakech da la impresión de lo que es, un sitio muy turístico. Mucho movimiento, mucho ambiente, hoteles, restaurantes, bares, tiendas, ambientillo, gente en la calle y turistas, muchos turistas.


Cogimos el coche y nos encaminamos a la Medina. Declarada Patrimonio de la Humanidad, alberga dentro de su impresionante muralla del S.XII, la mas extensa de Marruecos construida en la arcilla roja que le da el apodo de “La Ciudad Roja”, la parte más antigua de la ciudad y que se une a la ciudad Nueva a través de sus hermosas puertas almohades.
De camino a la Plaza de Jamaa el Fna, nos encontramos con la Mezquita de Kutubia. Vetada la entrada a los no musulmanes nada nos impide deleitarnos con su belleza desde el exterior. 

 
Rodeada de jardines llenos de rosales se construyó en el S.XII durante la dinastía almohade, recibe su nombre “Mezquita de los libreros” porque en los alrededores se instalaron los mercaderes de manuscritos. Sobria y de líneas sencillas con planta en “T” destaca su minarete cuadrado, añadido en el año 1.196 que con sus 77 m. de altura domina el cielo de la ciudad. Su fachada posee decoración diferente según cada cara, dentro alberga seis salas superpuestas que se comunican entre sí mediante una rampa. Y en lo alto lo coronan cuatro bolas superpuestas de tamaño decreciente. Su figura fue modelo de referencia para la construcción de La Giralda de Sevilla y la Torre Hassan en Rabat.
La primera visita obligada es la Plaza de Jamaa el Fna, en la medina, con sus puestos de frutas, donde te hacen unos zumos de naranja buenísimos, souvenirs, especias, mujeres que hacen henna, hombres con monos para que te hagas fotos con ellos, los encantadores de serpientes… la gente y los turistas.


 






De forma irregular se trata del corazón de la ciudad. Su nombre en árabe significa “Plaza de la muerte”, así que su origen la sitúa en el centro de ejecuciones de infieles. Hoy en día la inundan los mas variopintos personajes y se trata de un gran mosaico en el que empaparse de la cultura marroquí, ya que su encanto reside precisamente en eso, en la gente que la ocupa mañana, tarde y noche.

 



En su perímetro han nacido gran cantidad de cafés y restaurantes que abren sus terrazas, como un escaparate, al jolgorio de la plaza.



 





Tomamos un arquito para adentrarnos en el zoco. Las calles estrechas se llenan de tiendas y puestos con todo tipo de mercancías, cerámica, aceite de Argán, madera, la orfebrería la trabajan muy bien, bolsos, babuchas, vasitos para el té preciosos, telas, ropa, incluso una tienda con objetos realizados a partir de neumáticos, marcos, ceniceros, incluso bolsos.













Un pasadizo nos introduce en un universo de especias, en uno de sus puestos nos dieron a oler varias sin el agobio de la obligación de comprar, me encanta ir oliéndolas averiguando que son o en qué podría utilizarlas.



La palabra zoco, “souk” en árabe significa “un gran desorden”, perfecto para la primera impresión que ofrecen, pero lo cierto es que el zoco de Marrakech está perfectamente ordenado según las diferentes corporaciones de artesanos.














Volvimos lentamente a la plaza de Jamaa el Fna, paseando, cruzándonos con los niños que salían del cole, las motos, la gente que esperaba en la puerta del hamman… 










 

Atención a las pastelerías, tienen arraigada la herencia francesa y los dulces tienen una pinta espectacular, también podréis observar abejas junto a los pasteles, acuden a la miel…


Volvimos a por el coche, en todas las ciudades hay aparcacoches, unos señores con chaleco reflectante que te dicen donde aparcar y cuando vuelves al coche les das unos tres dihams. Si quieres que te lo laven les das un poco más.



Nos dirigimos al Palmeral, una gran extensión protegida de tierra y palmeras, que alberga el oasis nacido gracias a la lucha por la obtención de agua.
La historia nos dice que Aliban Youssef, hijo del fundador de la ciudad creó un complejo sistema de canalizaciones en barro seco que permiten subir el agua de la capa freática a la superficie. De este sistema solo son visibles los pozos... y las palmeras... 

 
Alrededor del fascinante palmeral nos encontramos impresionantes hoteles de lujo con vigilancia, piscina y restaurantes donde se alojan los actores más conocidos y las enormes mansiones de los famosos protegidas por altos muros. Junto a este pequeño “Beverly Hills”, los camelleros descansan junto a sus animales esperando clientes para llevar.
Fecha de visita: Septiembre 2012

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