Con
lluvia intermitente dejamos Logroño
y nos encaminamos a San Millán de la
Cogolla para ver los Monasterios de Suso y Yuso, o de arriba y abajo, ambos
Patrimonio de la Humanidad.
Son
independientes así que las entradas, aunque ambas se adquieren en el mismo
sitio, tuvimos que comprarlas por separado. Pagamos los 3,00 € por persona que cuesta la entrada al “Monasterio de Suso”, que pertenece al estado, y nos dispusimos a
esperar el autobús que nos llevaría montaña arriba a nuestra visita al monasterio.
Una
carretera estrecha y sinuosa que el “simpático” conductor del autobús tenía
medida al milímetro nos deja en una explanada frente al pequeño y más antiguo “Monasterio
de Suso”.
Se
encuentra situado en un entorno lleno de vegetación, un marco incomparable de
inusitada belleza, donde toda la gama de verdes rodean la Sierra de la Demanda
mezclándose con la bruma.
Fundiéndose
con la montaña está el monasterio y lo de fundir lo digo literalmente, ya que
el pequeño monasterio está metido en la roca.
Comenzó
como una serie de cuevas
distribuidas en dos niveles, donde San Millán, un pastor del S. VI, primer
patrón de España, predecesor de Santiago y eremita, fundó una congregación de
hombres y mujeres dedicados a la oración que vivían en estas cuevas.
Poco
después, entre los S. VI y VII, el cambio de vida eremita a cenobítica hizo que
a su alrededor se construyera el monasterio visigodo, con dos ampliaciones
posteriores la mozárabe en el S. X y en los S. XII y XIII la románica.
El acceso
a la construcción se realiza desde un atrio,
denominado portaello, con un bonito suelo de cantos rodados grises y ladrillos
rojos formando figuras geométricas y una magnífica galería de arcos que abren
sus vistas al valle.
Las
paredes están talladas con figuras por los constructores del templo.
Y en sus
laterales se encuentran los sepulcros de los siete infantes de Lara y de las
tres reinas de Navarra. La leyenda de los siete infantes de Lara nos lleva al
S. X, donde los infantes, hijos del noble Gonzalo Gustioz fueron decapitados en
una emboscada pertrechada por Ruy Velázquez en respuesta a la venganza de su
esposa Doña Lambra y sus cuerpos llevados a Córdoba ante Almanzor.
Nos
acompaña una guía con pinta de estar pasando frío, cansada de su trabajo y sin
ganas de transmitir ni un poquito de emoción con su discurso.
Dentro
del monasterio está la iglesia,
formada por una sala de estilo mozárabe separada por pilares que sostienen
arcos de herradura y bóveda califal.
Desde
aquí tenemos visión de las cuevas que habitaban el santo y su comunidad. En una
de ellas está el cenotafio visigodo de
San Millán, con representación del santo en escultura yacente de la época
románica y eje principal de las peregrinaciones.
El
monasterio se completa con otra sala más pequeña correspondiente a la
ampliación románica que sufrió el monasterio.
En este
pequeño monasterio se sitúa el nacimiento del castellano y el euskera, ya que
en él se encontraban las famosas “Glosas
Emilianenses”. Un códice escrito en latín en cuyos márgenes, aparecen los
primeros escritos conocidos en nuestras actuales lenguas.
La visita
ha terminado, no nos dejan hacer fotos en el interior…
Dimos una
vuelta alrededor para disfrutar del paisaje y volvimos al autobús con nuestro encantador
autobusero que no respondía ni a un hola, para ver el “Monasterio de Yuso”.
Fecha de visita: Noviembre 2012
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