- CAMINO:
Desde mi punto de vista hay dos visitas imprescindibles en Valencia y una tercera que está de moda, pero que tampoco es para tanto.
Empiezo por esta última, el Puerto. Diversos acontecimientos de escala mundial han puesto el puerto de Valencia en el punto de mira, pero lo cierto es que descartando esos momentos destacados como fue la Copa América y es la Fórmula 1, el resto del año está un pelín desangelado. Merece la pena ver el Veles e Vents, edificio emblemático de lo que fue y puede que vuelva a ser, la Copa América y un paseito deleitándose viendo, los cada vez más escasos, yates atracados en el puerto, está bastante bien, sobretodo después de una buena paella en la playa de la Malvarrosa. Pero eso es todo. Ya está.
Así que vuelvo a algo que nos llevará más tiempo y nos entretendrá algo más, como es la Ciudad de las Ciencias y por supuesto el Oceanográfico.
Solo el entorno es digno de admirar. Calatrava ha realizado su obra maestra en el cauce del río Túria, con polémica incluida, por supuesto. Los edificios blancos lo dominan todo. Dan la impresión de un enorme cementerio de dinosaurios. Sus proporciones poseen la belleza de la arquitectura bien realizada, pasear alrededor junto a los lagos de aguas transparentes es una delicia.
Sin embargo no merece la pena entrar en el museo. Sí entrar en el edificio a verlo por dentro, pero no en el Museo de las Ciencias (7,70 € p.p.). Está destinado sobretodo a los niños, es interactivo y puedes jugar con las instalaciones, pero casi todas están rotas o no funcionan, es un poco decepcionante. Las exposiciones no están mal, pero te da la sensación de que te han tomado el pelo.
El Oceanográfico es todo lo contrario (24,50 € p.p.). Una sorpresa. Todo te gusta. Las belugas, los pingüinos, las estrellas de mar, incluso las moreras. Me encantó la zona de los mares tropicales, creo que por el color y las belugas, claro, cuando te miran parece que van a hablar. Pasar de una sala a otra es recorrer experiencias y acumular conocimientos. Para los niños es algo inolvidable y para los adultos exactamente lo mismo.
Un consejo, manga corta. Hace calor y hay mucha humedad, aunque sea invierno hay que llevar ropa cómoda y sin mangas debajo porque si no te asfixias. También aconsejaría ir con tiempo porque se pasa volando, si te descuidas te tiras allí el día entero sin darte cuenta.
Mi segunda visita imprescindible es un paseo por el barrio de El Carmen.
Yo comenzaría en la Plaza de Alfonso el Magnánimo y recorrería la Calle de la Paz hasta la Plaza de la Reina. Desde mi punto de vista la Calle de la Paz es la más bonita de Valencia. Se realizó a finales del S. XIX, sus edificios de arquitectura de diferentes estilos armonizan en plena unidad y dejan boquiabierto a cualquiera que ose levantar la mirada hacia ellos. Muchos han sido restaurados recientemente lo que le ha añadido valor a tan bella calle.
A medio camino de la Plaza de la Reina si tomamos la Calle del Poeta Querol nos podemos acercar al Palacio del Marques de Dos Aguas, actualmente Museo Nacional de Cerámica. El Palacio data del S. XV, pero su original estado actual se realizó alrededor de 1.700-1.800. Posee una fachada que no escapa a la mirada de ningún viandante, pintada al fresco y con una recargada puerta de acceso realizada con una llamativa superposición de esculturas en alabastro. El interior tampoco deja indiferente. Los salones exponen el mobiliario original junto a unas paredes y artesonados con bellas pinturas y estucos y suelos de mármol con mosaicos admirables.
Tras volver a la Calle de la Paz y recorrerla entera desembocamos en la Plaza de la Reina.
Dos monumentos destacan ante nuestros ojos, la Catedral al fondo y la torre de la Iglesia de Santa Catalina, la cual hemos estado viendo en todo nuestro camino.
Si nos dirigimos hacia esta iglesia, de muy reciente restauración y que para mi gusto la han dejado demasiado pálida, a mano izquierda nos encontramos unos callejones cubiertos que nos llevan a la Plaza Redonda. Si observamos Valencia desde el cielo, la Plaza Redonda parece un agujero perfectamente circular en medio de la cuidad. También ha sido reformada y menos mal, porque lo necesitaba con urgencia, se estaba desmoronando, En su centro existe una fuente y rodeándola encontramos unos quioscos realizados en perfilería metálica en los que puedes encontrar desde póster de películas a muestras de ganchillo.
Volvemos a la Plaza de la Reina para encaminarnos a la Catedral, “la Seu” (4,00 € p.p.). Antes era gratis, pero como en todo ahora hay que pagar. También tendremos que hacerlo si queremos subir a la torre, el Miguelete, desde donde admirar una panorámica de la ciudad. Se trata de un templo con construcción del S. XIII al XV, conserva varios estilos, predominando el gótico, aunque también posee renacentista, barroco y neoclásico. Dentro de la catedral no podemos perdernos el cimborrio, que también predomina en el exterior, la girola, el ya nombrado Miguelete y dos “objetos” que son de devoción para muchos de los visitantes, el Santo Cáliz en la capilla de su mismo nombre y considerado por muchos el auténtico usado por Cristo en la última cena y el brazo incorrupto de San Vicente en la Capilla de la Resurrección.
Tras visitar la Catedral por la calle de su izquierda llegamos a la Plaza de la Virgen. Por el camino, si tenemos suerte, en la puerta de la fachada izquierda de la Catedral, la llamada Puerta de los Apóstoles, podremos observar el famoso “Tribunal de las Aguas”, que administraba justicia relativa al derecho de utilización del agua en la huerta valenciana. Pero solo lo veremos si vamos un jueves por la mañana.
En la Plaza de la Virgen está la Basílica de la Virgen de los Desamparados. Patrona de la ciudad y objeto de gran devoción por parte de los valencianos. Barroca, del S. XVII, posee una bonita cúpula con frescos recién restaurados que le han dado mayor esplendor.
Tomando la Calle Caballeros y dejando atrás el Palacio Presidencial y el de Benicarló, sede de las Cortes Valencianas, nos encontramos con que esta es una calle que posee gran animación, grandiosas casonas palaciegas, teatros, talleres, bares y tiendas artesanales. Aquí está el Museo de los Soldaditos de Plomo (4,00 € p.p.), uno de los más visitados de la ciudad.
Un poco más adelante, en la fachada opuesta al Museo aparece un callejón que nos lleva a la Iglesia de San Nicolás. Tiene otra entrada por la Plaza de San Nicolás a la que accedemos desde la Calle Abadía, pero el callejón lo hace más interesante, porque nos vamos a encontrar con una iglesia gótica decorada en estilo barroco y que impacta nada más entrar. El techo está profusamente decorado con frescos que plasman la vida de San Nicolás de Bari y San Pedro mártir de Verona. Es impresionante, sobretodo porque estos frescos casi no se ven, están negros y hay que adivinar lo que esconden. El final de los contrafuertes se ha rematado con enormes angelotes que resultan un poco grotescos. Merece la pena asomarse a las pequeñas capillas laterales y al altar mayor con su retablo barroco en madera dorada.
El ambiente de la Calle Caballeros posee el toque alternativo que caracteriza a este barrio y que nos seguiremos encontrando si continuamos por la Plaza del Tossal y la calle de la Bolsería, para acabar en la Plaza del Mercado.
Aquí es imprescindible entrar en “La Lonja de la Seda”. De estilo gótico es Patrimonio de la Humanidad y no me extraña. Sus columnas se retuercen hasta el infinito, la filigrana en piedra de algunos detalles es una obra maestra y la denominada Cámara Dorada, a la que se accede mediante una escalera situada en el patio de naranjos de su interior, posee un artesonado impresionante a juego con el mosaico del suelo.
Cuando salgamos de la Lonja hay que cruzar la calle para entrar en el Mercado Central. De estilo modernista, es uno de los más bonitos que he visto. Su restauración le otorgó luminosidad para admirar el género y merece la pena pasear entre las “paradas” observando, frutas, verduras, quesos, pescados y carnes.
Continuando nuestro camino llegamos a la Plaza del Ayuntamiento. En la Plaza, de gran armonía arquitectónica, excepto un edificio que hace esquina que es para derribarlo, tenemos el Ayuntamiento, que se puede visitar relativamente y el Palacio de Correos de estilo clasicista-modernista. Aunque no tengamos carta que mandar, hay que entrar para levantar la cabeza y ver su cúpula policromada con pan de oro y en el exterior no hay que perderse la torre.
Y una calle más allá finalmente nos encontramos con la Estación del Norte. Destacan sus ornamentaciones con motivos frutales, el trencadís y su interior de madera con las antiguas ventanillas todavía en funcionamiento y la frase “buen viaje” escrita en distintos idiomas sobre ellas.
Yo no me olvidaría tampoco del Mercado de Colón con su estilo modernista reflejado plenamente en sus dos fachadas de ladrillo y ornamentación en cerámica y su cubierta con estructura metálica. Además aquí podemos aprovechar para descansar del paseo en una de sus cafeterías.
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