- CAMINO:
Cuando llegamos llovía a cántaros, nos pillamos una calada estupenda del autobús al apartamento, por lo que no nos podíamos imaginar el tiempo que tuvimos al día siguiente.
Un sol espléndido, con un poco de viento, pero un día francamente bueno. Eso sí, hacía frío, pero claro, era Edimburgo y noviembre.
Decidimos visitar el Castillo de Edimburgo lo primero de todo (12 ₤ p. p.). Accedimos al mismo desde la explanada y travesando la puerta custodiada por Robert Bruce y William Wallace. Está muy bien conservado. Posee terrazas con vistas espléndidas de la ciudad desde todos sus ángulos y cañones que lo dominan todo. Uno de ellos se supone que se dispara todos los días a las 13:00 horas, pero la verdad es que no lo escuchamos ni una sola vez.
Dentro podemos visitar varios espacios, como el museo de armamento militar y los de los distintos regimientos del ejército escocés, con la narración de todas las batallas en las que participaron, los uniformes y las armas. También nos encontraremos con la capilla de Santa Margarita, pequeñita y acogedora.
Ya en lo más alto del Castillo tenemos la capilla principal, donde se halla una exposición conmemorativa por todos lo caídos en las guerras en las que han participado los escoceses. Junto a la iglesia encontramos el salón del trono y las estancias principales de los Reyes junto a las Joyas de la Corona y la piedra del Destino. Un recorrido a través de varios pasillos te cuenta las peripecias sufridas por estos objetos hasta que volvieron a formar parte del Patrimonio Escocés. Por último, en los sótanos podemos ver una recreación de cómo era la vida de los prisioneros de guerra en el Castillo.
Dejamos el Castillo y encauzamos la Royal Mile. Por el camino vemos el Museo del Whisky, la Cámara Oscura y una iglesia con una aguja imponente, la más alta de Edimburgo, que resulta ser una cafetería y sede cultural, por dentro no impresiona tanto como por fuera.
En la Royal Mile nos empezamos a encontrar con los “close”. Son estrechos callejones que atraviesan las manzanas de parte a parte y que permitían a los ciudadanos atravesarlas para llegar a la laguna que se extendía bajo Old Town y donde se encuentra actualmente New Town.
Cogimos a la derecha en George IV Bridge St., pasamos por delante de la biblioteca nacional y ya cerca del Museo Nacional de Escocia, nos encontramos con la escultura de Bobby, un famoso perro que se pasó once años junto a la tumba de su amo en el cementerio que hay al lado. Allí también enterraron a Bobby cuando murió.
Volvimos a la Royal Mile para entrar en la Catedral de St Giles. Estaban muy ocupados con la ceremonia de homenaje a los caídos y pudimos hacer todas las fotos que quisimos. Las vidrieras son impresionantes y la catedral es más alta y esbelta de lo que parece desde fuera. Es de visita imprescindible la Capilla de la Orden del Cardo (Thistle Chapel), con bonita sillería ornamentada en estilo gótico, coronada con los blasones y escudos de los caballeros que formaban parte de la misma.
En la puerta de St. Giles está el corazón de Midlothian. Está en el suelo, realizado con adoquines de colores y la tradición exige escupir en él. Marca el lugar de entrada al edificio, ya demolido, que sirvió de parlamento, ayuntamiento, asamblea de la iglesia y cárcel y por representar alguna de estas instituciones, aunque no se sabe muy bien cual, se escupe en él…
El segundo día visitamos New Town. Esta zona de la población se comenzó en el S. XIV. El aumento en el número de habitantes de Edimburgo hizo imposible acogerlos a todos en Old Town, por lo que realizó un concurso y se proyectó el nuevo barrio de la ciudad. Se diferencia sobretodo de Old Town en el tamaño de los edificios. Mientras que en Old Town algunos pasan de las diez plantas, dicen que fueron los primeros rascacielos del mundo, en New Town no van más allá de las cuatro alturas. También en la rectitud de sus calles, en contraposición al caos de callejuelas y closes del Old Town.
Fuimos hasta el monumento a Sir Walter Scott, recorrimos Prince St y cogimos Rose St. Predominan las tiendas, los bancos y las cervecerías. Ese mismo día se celebraba el encuentro de rugby entre las selecciones de Escocia y Nueva Zelanda. Rose St estaba llena de aficionados de ambas selecciones. Existe la tradición de recorrerla de principio a fin entrando en todas las cervecerías, así que os podéis imaginar el ambientazo y además era imposible entrar en ningún sitio.
Recorrimos New Town viendo tiendas, caminamos por sus calles hasta la Plaza de St Andrew. En su centro se encuentra la alta columna monumento a Melville y la rodean una iglesia y varias casas que merece la pena pararse a observar. Llevados por el espíritu consumista estuvimos en un centro comercial en el que solo venden marcas exclusivas y las creaciones de los más comentados diseñadores, sin atrevernos a mirar los precios volvimos por la noche a Old Town para pasear por sus calles.
El tercer día cogimos un autobús (1,20 ₤ p.p.) junto al Monumento a Scott rumbo a Rosslyn Chapel ( 7,50 ₤ p.p.).
La capilla está en obras, lo necesita la verdad. Por lo visto es algo así como la Sagrada Familia, solo puede restaurarse a base de donaciones y lleva con el andamio puesto un montón de años. Es pequeña, en el exterior destacan sus capiteles, el rosetón de su entrada, las gárgolas con figuras de animales y la decoración variada de sus ventanas. En el interior es famosa por su ornamentación recargada. La bóveda está dividida en cuatro tramos con distintas flores labradas, cada detalle es distinto de otro, las columnas se retuercen y los nervios de la nave posterior están tan finamente labrados que la piedra parece tener vida propia. Es la obra sublime de los maestros canteros. Bajamos a la cripta, de pareces lisas en contraste con la iglesia que está justo encima. Fría, sin ornamentación. Es curiosa la lápida de un niño que hay en una de las paredes.
Sobretodo se la conoce por la novela “El código da Vinci” de Dan Brown, su pasado templario y por la decoración en forma de mazorcas de maíz que aparecen en una de las ventanas, cuando todavía no se había descubierto América.
De vuelta a Edimburgo entramos en la iglesia de St John. De construcción neogótica, es alta, luminosa, pintada en blanco con los nervios en azul, la diferencia de luz con la Catedral de St Giles es francamente notable. No había visto nunca una iglesia tan clara, con tanta luz. Merece la pena pararse a admirar sus vidrieras, poseen gran belleza.
Un punto fundamental de Edimburgo son sus cementerios, forman parte de la ciudad, están repartidos por toda la población y es difícil no encontrarse con alguno. Nosotros nos entretuvimos un ratito paseando por el de St John, pero hay muchos más donde elegir, con sus fantasmas e historias truculentas, como los ladrones de cadáveres.
Por la tarde, ya en Old Town, visitamos el Real Mary King´s Close (22 ₤ p.p.). Este close, y los dos continuos se han mantenido tal y como estaban en el S. XVI. La visita te guía por los tres callejones y las casas que se encontraban en sus inmediaciones. La versión oficial es que la construcción de la Bolsa sobre los close hizo que se conservaran hasta nuestros días y que sus habitantes fueron sacados de allí tras expropiarles sus casas. La “otra historia” es que se tapiaron las salidas de los close debido a los brotes de peste que había entre los ciudadanos que los habitaban, dejándolos enterrados en vida allí dentro. A esta historia se une la de los fantasmas que los recorren, siendo la más famosa la de Sarah, una niña a la que la gente deja muñecas para que no esté triste.
El último día recorrimos toda la Royal Mile hasta el Parlamento y el palacio de Holyroodhouse.
El parlamento es obra del arquitecto español Enric Miralles. Su construcción fue polémica, el presupuesto superó varias veces el precio inicial y el resultado final no les gustó a la gran mayoría de los escoceses. A mi tampoco.
En el Palacio de Holyroodhouse, morada de la Familia Real Inglesa cuando visita la ciudad, no entramos, no queríamos que se nos hiciera de noche para subir a Calton Hill, así que nos conformamos con verlo desde la reja y vislumbrar un poco en la lejanía la abadía.
Dejamos el Palacio y comenzamos a subir hasta Regent Rd para acceder a Calton Hill. Es un parque desde el que se domina toda la cuidad con unas vistas impresionantes.
Estaba poniéndose el sol y Edimburgo estaba preciosa desde allí arriba.
El atardecer le daba tonos rojizos al Nacional Monument con forma de Partenón inacabado… que es eso exactamente lo que es. Recogieron dinero para su construcción, pero solo les dio para 12 columnas…
En el parque hay varios monumentos y edificios conmemorativos, como una linterna, un observatorio, un cañón y una especie de telescopio.
Bajamos ya de noche a Edimburgo para disfrutar de nuestra última noche en la cuidad.
Si algo me queda claro es que es una ciudad en la que podría vivir y la amabilidad de su gente. Los escoceses son encantadores, amables y dispuestos a ayudarte en cualquier momento.
Fecha de visita: Noviembre 2010
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