8 dic 2013

VALENCIA – Rte. “Ricard Camarena”

- PARADA:
Aprovechando “Valencia Cuina Oberta”, (certamen que se celebra dos veces al año, en el que varios restaurantes de la ciudad, incluidos algunas estrellas michelín, ofrecen un menú cerrado a un precio asequible), nos cercamos a comer al restaurante, Ricard Camarena, en la calle Doctor Sumsi.


Muy conocido por todos y con una estrella michelín, la entrada en azul y negro, sin excentricidades, igual que el interior, creo que intenta decirnos que lo importante no es la decoración, sino la comida.
Solo un pequeño letrero en una de las paredes nos indica que estamos en el sitio correcto y después una puerta y un timbre.


Nos abre el impecable maître que nos conduce inmediatamente a nuestra mesa.
Como he dicho antes, la decoración es mínima, la justa y necesaria. Bellas fotografías en blanco y negro con un toque erótico y un tono flamenco sobre la pared de cemento pulido de acceso, marcos con cubertería antigua y una cascada de bastones de madera que da intimidad al apartado, eso es todo. Las mesas están muy separadas por lo que hay intimidad, la cocina abierta permite ver trabajar a los cocineros y las luces están dirigidas sobre las mesas lo que deja el espacio entre ellas un poco en penumbra.


No hay mantel, sobre la mesa de madera desnuda fueron colocando la comida, cada una con un plato diferente, jugando con los materiales, creando un contraste genial.
Iniciamos la experiencia con el olorcillo del pan de aceite.


Comenzamos con una cervezas y casi enseguida nos sirvieron el “Canapé de anguila ahumada y cacaus del collaret” que nos trajo a la mesa y nos explicó su ejecución el mismísimo Ricard Camarena. Pero no lo hizo solo con este entrante, él mismo acompañaba al servicio de cada plato en cada mesa y comentaba su realización.
Regamos con un Malleolus y comenzamos a degustar nuestra anguila.


Me encantó, el ahumado, los cacahuetes... todo encajaba a la perfección, sobretodo me gustó el sabor ahumado, la anguila no es mi pez favorito, pero con este plato me he reconvertido.


A continuación vino la “Infusión fría de pepino, calamar y limón”. Fuerte, refrescante, y ácida, era impactante con mucho sabor y mucha fuerza, potente. 

 
Después llegó el entrante de Judía boby de Alginet con cebolletas y jugo de tomate en salazón”. Las judías “al dente”, crujientes, con una especie de vinagreta muy rica gracias a las cebolletas y el tomate. 

 
Por ahora el sitio no decepcionaba y como he comentado Ricard venía a la mesa con cada plato y nos comentaba lo que íbamos a comer, de donde venían los ingredientes, ya que intenta basar todo en productos autóctonos, y cual era la mejor forma de degustar cada uno de ellos.
Ahora venían los principales y con el primero de ellos llegó en mi opinión, el mejor plato de los que comimos, la “Caballa glaseada con boniato, limón y pimienta negra”. Increíble, un lomo precioso de caballa, brillante, con una base de boniato y sin una sola espina, era suave, sabrosa, deliciosa. Me gustó muchísimo. 

 
Y después de tan increíble caballa vino la decepción, no me malinterpretéis, estaba muy bueno, pero me dejó un poco “plof”. Nos trajeron “Rillette y pechuga de pollo de corral con setas estofadas y un jugo de pollo a l´ast”. Un nombre muuuuy largo para un plato no tan allá. El rillette increíble, muy rico, me pareció buenísimo, pero junto al genial rillette con sus níscalos riquísimos, teníamos el pollo, anodino, sin gracia, la salsa no le aportaba nada, estaba poco hecho para mi gusto y si me pareció increíble que la caballa no tuviera ni una espina, en el pollo me encontré un trozo de cartílago y no fui la única, una pena.


Y llegó el postre, “Café con leche quemada, mantequilla y macadamias”, no soy un fan de los postres y los dulces, pero a parte de bonito, el café con leche quemada me resarció del pollo, muy muy rico, dulce pero delicado, si, delicado, con una presentación preciosa y suave al paladar. Me dejó con un muy buen sabor de boca.


Tenía que haber terminado todo ahí, pero cometimos el error de pedir cafés. Uff! como siempre, el cortado malísimo. Una comida tan buena y la fastidian siempre con el café...


Uno de nuestros compañeros de mesa pidió una copita de Pedro Ximénez, al cual nos invitaron, un detallazo.
Todo el personal fue muy correcto, con el maître tuvimos una charla amigable toda la comida y todo el mundo estaba en su sitio. Al final Ricard nos enseñó la cocina y el otro local que posee, el “Canalla Bistró”, los dos se encuentran unidos por la cocina. Nos comentó su método de trabajo, nos habló de los restaurantes, de sus similitudes y diferencias, tuvimos una charla amena y nos acompañó a la puerta. La verdad es que el pobre, andar acercándose a cada mesa con cada plato y luego enseñarles el local y despedirles... debe de ser un coñazo...
Aprovechar Cuina Oberta para conocer un sitio como el “Ricard Camarena” merece la pena, creo que la comida fue genial, el trato increíble y la verdad es que estuvimos muy agusto. (35,00 € p.p. el menú, sin bebidas).
Fecha de visita: Noviembre 2013

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